David Moreno tenía 13 años cuando fue fusilado por el policía Hugo Cánovas Badra. David fue, de curioso nomás, a ver qué pasaba que se había juntado toda esa gente en el supermercado del barrio.
La orden vino de arriba. De bien arriba. El presidente Fernando De La Rúa hacía sus últimos movimientos en huída y optó por la represión. Su ministro del interior Ramón Bautista Mestre ejecutó el plan que los gobiernos provinciales siguieron y bajaron a sus verdugos.
David fue uno de las 39 personas ejecutadas por el Estado.
Hoy De La Rúa murió y será homenajeado por todos los dirigentes políticos en campaña y por los medios hegemónicos que sostienen esta democracia en la que a lxs muertxs siempre los pone el pueblo. Será recordado como un político «con aciertos y desaciertos».
Pero la muerte de David no fue un desacierto, fue un acto criminal del Estado, así como la de las otras 38 víctimas.