Intentaron detener a un joven por leer una poesía

LA SUPERIORIDAD ABSOLUTA DEL PODER Y SU COTIDIANA DISCRIMINACION

Ocurrió hace pocos días en las puertas de la legislatura cordobesa, si, en ese lugar donde la constitución dice que el pueblo delibera mediante sus representantes, ese lugar que sería como el símbolo de la democracia. Fue en el marco de una actividad de donde se protestaba contra el recorte recursos para ayudar a lxs chicxs de los barrios a salir de las drogas (Programa de Casas de Atención y Acompañamiento Comunitario). Al finalizar la misma un joven pidió la palabra en las afueras del edificio deliberante y con una emotividad que solo la tienen quienes sienten lo que lee, enunció un texto del poeta Camilo Blajaquis, titulado “Villas”.

El texto describe con cruda realidad lo que se vive en la villa Carlos Gardel de Buenos Aires, pero en sí, es una metáfora de todas las villas de esa Argentina que no se ve y se detesta desde NordDelta.

La lectura del texto corrió por las venas, músculos, sangre, corazón y las cuerdas bocales interpelaron cada rincón de la calurosa peatonal cordobesa y sus transeúntes. Fue tan contundente que logró la atención de quienes con su accionar azul asfixian la democracia en los barrios y calles; los cuales al escuchar posiblemente la oración: «La religión de odiar a la yuta» entendieron la peligrosidad de la poesía y su lectura e intentaron detenerla.

Apelando al polémico y ambiguo artículo 63* del Código de Convivencia Ciudadana pretendieron detenerlo, por sentirse eventualmente discriminados por quien enunció y denunció la cotidianidad de un sistema que genera en los barrios y villas “un menoscabo a la persona humana o una afrenta u ofensa a los sentimientos, honor, decoro o dignidad de las personas”.

La lógica, racional y por sobre todo la justa reacción de sus compañerxs en el lugar evitaron la detención del joven trabajador. Esta vez, una de las pocas veces lo arbitrario, ambiguo e inconstitucional no se pudo imponer.

VILLAS

Por: Camilo Blajaquis

Familias numerosas, o mejor dicho madres solteras con muchos hijos.
Los cascotes que inventan caminos así el barro no te muerde los tobillos.
Pilones de basura por acá y por allá. Esqueletos de autos robados ya desmantelados, saqueados y prendidos fuego. El sonido de un disparo en una esquina, diez disparos de respuesta en otra.
Charlas de vecinas a través del alambrado mientras cuelgan la ropa en la soga: “Che te enteraste que lo mataron a fulano”. “Si, y que a mengano le reventaron el rancho en la madrugada”. La policía y sus cacerías.
La iniciación sexual bien temprana, los guachos, las pibas.
El comedor que se redujo a tan solo una merienda por día.
Los que se van a trabajar con sus bolsitos y sus bicis y sus ojos tristes y cansados.
La mayoría de la juventud que abandona la escuela sabiendo que San Martín lo único que hizo fue posar para el billete de cinco pesos.
Las madres que lloran la muerte del hijo en velorios propios y ajenos.
Más patadas que gambetas en el campeonato de fútbol, los domingos a la tarde. El aire intoxicado por el porro cortado que está vendiendo hoy la transa. Los evangelistas y sus gritos. Los perros persiguiendo las motos.
El guiso salvador del mediodía, el mismo guiso a la noche, lo que queda del guiso mañana.
Uno con las últimas Nike al frente, dos acá a la vuelta, diez en el fondo.
El micro que recorre los penales lleno de novias, de hijos, de madres y padres. La cumbia poniéndole ritmo a la miseria. El amanecer y los carros. El amanecer y los que todavía siguen de gira.
Los muchos sueldos flacos destinados a un celular, a ropa nueva, a disfrazar la pobreza. Maradonas que mató la policía, que están en cana o laburando en una fábrica y que derrochan su magia pero en canchita de barro.
La avenida y su frontera que divide a la villa del mundo. Rezos que ruegan exiliarse a la sociedad.
El sonido anestesiante de la lluvia maltratando las chapas. Los extranjeros de la clase media que vienen a comprar droga y se van descalzos, sin plata, pero con droga.
Las velas derritiéndose en los mini-santuarios con las fotos de los pibes que murieron a manos de las balas, paredes que recuerdan sus hazañas.
Mujeres que modelan ante la pandilla, amor inconsciente pero puro, niños que se convierten en padres.
La religión de odiar a la yuta y dos de sus devotos a bordo de un super auto seguramente robado.
Habitantes que se conocen todos, secretos que saben todos, engaños imposibles de ocultar.
Panorama de vida que siempre tiene olor a celda, a plomo, a trabajo en negro o en gris… o a traje de encargado de limpieza.
Es la villa, es otro mundo, es vivir apartado.

*Artículo 63.-

Expresiones discriminatorias.
Serán sancionados con hasta quince (15) días de trabajo comunitario, multa de hasta treinta Unidades de Multa (30 UM) o arresto de hasta quince (15) días los que en lugares públicos, sitios públicos o de acceso al público profieran o hicieren proferir frases, cánticos o cualquier otro tipo de manifestación verbal que tenga contenido discriminatorio basado en una idea o teoría de superioridad de una raza o de un grupo de personas en razones de nacionalidad, origen étnico o racial, color, religión, ideología, edad, sexo, orientación sexual, caracteres físicos, capacidades diferentes o condiciones sociales, laborales o económicas, que constituyan un menoscabo a la persona humana o una afrenta u ofensa a los sentimientos, honor, decoro o dignidad de las personas.

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